martes, 12 de octubre de 2010

Paridos por la tierra

Florencio Avalos, Mario Sepúlveda, Juan Llianes y Carlos Mamani, literalmente volvieron a nacer pero esta vez paridos por la tierra, ellos forman parte del grupo de 33 mineros que estuvieron sepultados a 700 metros de profundidad durante 69 días en el yacimiento chileno de San José.

Su rescate desplegó una impresionante cobertura de los medios de comunicación, la imagen de Avalos abrazando a sus hijos quedará en la memoria de la humanidad, su llanto fue el mismo que el de un recién nacido.

No podía haber un mejor nombre para esta operación de rescate, así como el Ave Fénix de la mitología griega, que renació de entre las cenizas, ellos los hicieron de entre las rocas. Los aplausos, las sirenas de bomberos y el repique de las campanas de las iglesias de todo Chile fueron el vehículo para exteriorizar la emoción de ver a estos hombres sanos y salvos luego de esta lamentable tragedia.

En su contacto con la superficie hicieron del número 33 su amuleto, el cual según la numerología corresponde a las vibraciones maestras que inspiran los guías espirituales de la humanidad, cuya máxima cualidad es la motivación para compartir su conocimiento con quienes los rodean. 

Su rescate es motivo de celebración, pero de nada servirá la tragedia que vivieron junto con sus familias si las condiciones laborales de este gremio no cambian, por ahora todo es júbilo, emoción, felicidad y alegría, sin embargo no hay que olvidar porqué tuvieron que atravesar esta experiencia, cómo es que terminaron viviendo los momentos más angustiosos de su vida.

La forma en que se aferraron a la vida es impresionante y debería ser la misma que los lleve a ser estandarte de los políticos para que mejoren sus condiciones de trabajo, la precariedad en la que se desenvuelven fue justamente la que los llevó a ser sepultados.

La minería chilena no es la única que requiere ser transformada, también lo necesita México y con urgencia, pues no se ha olvidado a los 60 hombres que perdieron la vida en Pasta de Conchos donde la justicia tiene una cita pero está demorada.

Desde 2006 esta mina ha sido el escenario de conflictos que no han encontrado solución, los familiares reclaman respuestas de las autoridades que se muestran indolentes a la sensación de estar atrapado, entre las penumbras, sin poder respirar por que el oxígeno se acaba, la desesperación crece y no es más que el único presagio de una muerte lenta y por demás dolorosa.

Los reclamos son justos, mejores condiciones de trabajo, con sueldos remunerados según el riesgo que se corre al internarse en las entrañas de la tierra, pero sobre todo la seguridad de saber que en caso de una tragedia la familia no queda en el desamparo.

Que la felicidad por los chilenos no nos ciegue, que sea el motivo para exigir condiciones justas para quienes viven debajo de donde nosotros pisamos.

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